LIBERTAD DE EXPRESIÓN

El 7 de junio de 1951, editores de periódicos y el entonces

presidente de la República, Miguel Alemán Valdés, crearon

el Día de la Libertad de Expresión. Medio siglo después, el

3 de mayo de 2002, la presunta necesidad de liberarse del

 patrocinio del poder, llevó a periodistas y representantes de  

la sociedad civil a celebrar cada 3 de mayo el Día Mundial de

 la Libertad de Prensa, como lo venía haciendo la Asamblea

General de la ONU desde 1993.

Un Día de la Libertad de Prensa (7 de junio), hace casi 30 años (¡caray!, ¿tantos?), un querido y talentoso amigo, el dibujante, ilustrador y grabador nuevoleonés Héctor Stanislav de la Garza Batorki, mejor conocido como Eko, puso en mi escritorio de la dirección general de Unomásuno un espléndido dibujo alusivo a la fecha, pero sobre todo a nuestro difícil y azaroso oficio. Trataré de describirlo:

Un reportero (¿quién más si no?, avanza sobre el filo de una hoja de papel (una cuartilla), metida a medias en el rodillo de una máquina de escribir; tendida sobre sus brazos, cual hábil volatinero, el reportero lleva una tecla en delicado y cuidadoso equilibrio,

Para entonces ya había cumplido yo más de dos décadas como tunde máquinas; habían desfilado ante mí los teclados de vetustas LC Smith, Underwwod, Hispano Olivetti M40 o Corona. La imagen plasmada por Eko me afianzó una convicción asumida desde mis años mozos en el periodismo: el eje rector de la libertad de expresión es la búsqueda responsable de la verdad. La regla de oro es la responsabilidad para escribir y publicar. En otras palabras, la ética, que define el estudio del comportamiento moral y la acción humanas.

Pero, ¿quiénes determinan la conducta de los depositarios de la libertad de expresión? ¿Cómo regular social y legalmente el proceder de los medios y en general de los comunicadores en prensa escrita, radio, televisión e Internet, en los que confluyen intereses de todo tipo? ¿Se pueden conciliar los intereses políticos, económicos y sociales en torno a la libertad de expresión?

No es fácil dar respuesta a estas interrogantes, a menos que se esgrima la necesidad de regir la libertad de expresión solamente por los valores éticos y morales en toda sociedad democrática.  

En su última Relatoría sobre el tema “Libertad de expresión y responsabilidad de los medios de comunicación” (2020), la Organización de Estados Americanos (OEA), reiteró la necesidad de un amplio respeto a la libertad de expresión, que garantice a los ciudadanos su derecho a estar suficientemente informados y el funcionamiento del sistema democrático. Ello requiere, añadió, que los gobiernos se abstengan de imponer restricciones legales a los medios de comunicación, ya que son los principales mecanismos a través de los cuales los miembros de la sociedad ejercen su derecho de expresar y recibir información e ideas.

Pero añade: “Sin embargo, poco se ha dicho sobre las correspondientes responsabilidades de los medios de comunicación en el ejercicio del derecho a la libertad de expresión.  Muchos Estados y miembros de la sociedad en la región han expresado preocupación ante la posibilidad de que los medios de comunicación no siempre actúen responsablemente y, en la búsqueda y difusión de información, afecten los derechos de terceros. Entre otros temas, preocupan los casos de invasión de la privacidad al recopilar noticias, omisión de verificar adecuadamente la exactitud de las noticias, revelación delicada sobre asuntos de seguridad nacional y publicación de información que puede causar daño a la reputación de las personas”.

En su informe “Libertad de expresión en México” (junio de 2020”, el Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia, A. C. (Casede), señala sin rodeos que “Las condiciones para ejercer la libertad de expresión en México se han deteriorado en el último año, lo cual es más acuciante en el ámbito estatal y municipal. Además de los riesgos derivados de la cantidad de homicidios, amenazas, acciones de acoso judicial e intimidaciones que deben enfrentar todos los días periodistas y personas defensoras de derechos humanos en el país, es importante agregar la constante estigmatización y desacreditación hacia periodistas, medios de comunicación, organizaciones civiles, intelectuales, etc., que surgen desde la presidencia de la república e instancias gubernamentales en las conferencias matutinas. Por otra parte, persisten vulnerabilidades como condiciones laborales precarias, falta de conocimiento y uso de protocolos de prevención de riesgos, autoprotección y códigos de ética. A esto se suman condiciones estructurales como marcos legales e institucionales de protección y justicia débiles e ineficientes, concentración de medios de comunicación, leyes que criminalizan o restringen la protesta social, el conservadurismo, la discriminación y la estigmatización.

Cada día se exige a los medios de comunicación una actitud ética y jurídicamente más responsable. Al mismo tiempo, desde el poder y desde oscuros rincones del crimen, crecen el acoso, las amenazas, los secuestros y los asesinatos. La democracia está en riesgo.

Amigo personal y analista avezado en el tema, en su libro “Poderes Salvajes. Mediocracia sin contrapesos”, Raúl Trejo Delarbre recoge reflexiones sobre los temas centrales expuestos al principio de estas líneas: ¿Por qué debe haber ética en los medios? Y expone:

1.- Por motivos de equidad con la sociedad y demás actores públicos; 2.- Para que los medios no sólo no sean obstáculos de la democracia, sino promotores de ella; 3.- Para no infringir la ley; 4.- Para competir entre sí; 5.- Para que no nos den gato por liebre; 6.- Para reconocer al público como interlocutor; 7.- Para que los periodistas sean precisamente eso; 8.- Para poner en su lugar a los medios; 9.- Para dormir tranquilos; 10.- Para que discutamos otras cosas.

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