Trump: el peligro es real
Rúbrica
El arranque del segundo periodo de Donald Trump como presidente de Estados Unidos no podría haber sido más amenazante. No solo para México, sino para el mundo entero.
El ánimo que permea en el grupo que arriba con Trump a su segundo periodo es de un supremacismo e imperialismo fascistoide que, con derroche de soberbia y delirios de grandeza, siente que va a la conquista del mundo sin importar por encima de quien tengan que pasar.
Y el primer presidente estadounidense que llega al poder con antecedentes penales ha decidido comenzar por quienes tiene más cerca: sus vecinos y principales socios comerciales, México y Canadá.
El solo amago de imponer aranceles de un 25 por ciento a las exportaciones de ambos países si no ceden sus chantajes y el riesgo real de dinamitar el tratado de libre comercio representa un cambio radical en la relación de las naciones de Norteamérica de los últimos 30 años. Lo que se irá extendiendo rápidamente a otras regiones del orbe, en lo que muchos ya ven como el verdadero inicio de un nuevo orden mundial cuyos alcances y consecuencias aún son difíciles de prever, pero que sin duda serán graves y modificarán el escenario geopolítico.
Por lo pronto, México luce verdaderamente desvalido y vulnerable ante las amenazas que, contrario a lo que en el gobierno mexicano parecían creer, el magnate está claramente dispuesto a cumplir, pues así ha hecho su fortuna toda su vida: chantajeando, coaccionando, abusando de quien muestra debilidad.
Junto con la amenaza arancelaria, Trump ha lanzado dos granadas contra México: el cierre de la frontera y las deportaciones masivas, así como la declaratoria de los cárteles del narcotráfico como grupos terroristas.
En el primer caso, se avecina una crisis migratoria en México por dos vías: la repatriación de miles y quizás de millones de connacionales, que no solamente regresarán sin trabajo, sino que dejarán de enviar remesas, una de las fuentes de ingresos que literalmente evitó que México se viniera a pique durante el sexenio pasado, especialmente en la pandemia. Y por otra, que la imparable migración que viene del Caribe, Centro y Sudamérica, al no poder ingresar o ser deportada de Estados Unidos, se quedará en territorio mexicano, cuyo régimen a lo único que le ha apostado es al clientelismo y las dádivas, el cual no genera desarrollo ni riqueza alguna, y por lo cual, tampoco podrá ofrecer oportunidades de trabajo. De la salud, ni hablar.
Por lo que respecta al crimen organizado, declarar a los cárteles como grupos terroristas –que en sentido estricto, lo son- le sirve de pretexto a Estados Unidos para justificar una intervención militar, que por más “suave” que pudiese llegar a ser, pone en riesgo a toda la población mexicana, además de la violación que supone a la soberanía del país. Y de esto quien tiene la culpa no es otro que el propio gobierno mexicano, que no quiso –prefirió darles abrazos- combatir a los delincuentes.
Hay quienes ven la posibilidad de una intervención militar norteamericana contra los “narcos” como una “ayuda” a México. No hay que engañarse. A los Estados Unidos no les interesa ayudar a nadie. A Trump, menos. Los “halcones” del “tío Sam” lo que buscan es someter y controlar. Las experiencias históricas en otras naciones de América y el resto del mundo muestran claramente cómo es que lo hacen y el precio que paga la población civil. Y mientras la demanda de droga en aquel país no disminuya, la oferta tampoco lo hará.
Las similitudes entre Trump y su “gran amigou” López Obrador los hermanan: ambos, demagogos populistas que gracias a su verborrea –y al pésimo gobierno que les antecedió-, se encaramaron en el poder. Los dos, han provocado un enorme daño a su paso. El gringo acaba de regresar al gobierno, recargado y más virulento que nunca. El tabasqueño, nunca se ha ido y sigue gobernando en las sombras.
La diferencia es que aquel está al frente del país más poderoso del mundo, está completamente fuera de control y es capaz de hacer lo que sea. El peligro es real.
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