Trato entre desquiciados
Tanto en México como en Estados Unidos han logrado el poder absoluto dos movimientos desquiciados, es decir, dos movimientos que se oponen a todo tipo de racionalidad y que apelan a los odios y rencores incrustados en sus ciudadanos para mantener ese poder.
Así es, a partir del año que entra el trato entre ambos países, y Canadá que también es altamente probable que obtenga un gobierno del mismo talante el próximo año, va ser un diálogo de necios y de a ver quién da el mensaje más estridente y que haga que sus bases nacionales lo aplaudan a rabiar, pero sin dar un resultado que beneficie realmente a sus respectivos países.
Trump y su cantaleta de los aranceles, la encargada de la presidencia en México con sus cartitas llenas de bravatas nacionalistas al estilo de su jefe político y en medio de ese sainete, un comercio que tiene un crecimiento sostenido y que se va a estancar como consecuencia de la pirotecnia gubernamental en ambos países.
Así es, cuando se dice que el hombre es el lobo del hombre, nos encontramos ante una frase muy cierta, toda vez que comprobamos que tanto Estados Unidos como México se han empeñado en elegir a los gobiernos que más los alejan del desarrollo y la prosperidad.
Unos por proteccionistas y otros por estatistas, unos por volver al aislacionismo que los tuvo como potencia secundaria hasta antes de la Segunda Guerra Mundial y los otros por volver a la presidencia imperial que los ha mantenido como la eterna república en vías de desarrollo pese a su enorme población y a su envidiable localización.
Todo parece indicar que ese el Destino Manifiesto de ambas naciones, porque sus sociedades se empeñan en escoger gobiernos que las alejan del desarrollo, siendo lo peor del caso, que lo hacen otorgando a esos gobiernos mayorías legislativas suficientes para exterminar todo debate parlamentario.
Y al acabar con las discusiones entre diversas visiones políticas, se acaba también con la búsqueda de las mejores soluciones a los problemas que aquejan a las naciones, ya que el diálogo y la búsqueda de consensos depura ideas mientras que el monologo impone caprichos.
Imponer aranceles sin consultarlo con nadie es un capricho, acabar con órganos autónomos del Estado es otro capricho y no hay forma de parar a los caprichudos, porque sus sociedades los empoderaron de tal forma que resulta imposible hacerlo.
No importa si se castiga a la economía de los países por hacer cobros innecesarios a las mercaderías que distorsionan el mercado, ni tampoco importa si el gobierno, con toda la corrupción que carga a cuestas, se vuelve opaco en la información que debe de ser pública o que se encargue de establecer las reglas de competencia para los compadres y amigos del jefe político en turno.
Si por el contrario se privilegiara el diálogo, se podría negociar ofreciendo solucionar lo que a cada uno le preocupa; y bien México podría decir yo te controlo a mis mafias para que no envíen sus porquerías a tu país, pero tú Estados Unidos no me las armes, porque así se hacen fuertes y pierdo muchas vidas humanas al combatirlas o favorezcamos el comercio entre ambos y así creamos condiciones para que disminuya la migración.
Pero no, ahorita la moda es intercambiar necedades y echarse culpas mutuamente para buscar el aplauso barato de las masas sin solucionar realmente los problemas, porque de esos problemas viven los populismos que ahora gobiernan en ambas naciones.
Y ni modo, esa es la consecuencia de otorgar poderes absolutos
La alta política se encuentra en un profundo bache en pleno siglo XXI y por lo que se está viendo va a ser muy difícil que salga de él en varios años y esa situación va hacer que los pueblos progresen mucho menos de lo que podrían hacerlo.
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