Una transición inevitable

La Grilla en Tabasco.

 

Las elecciones se ganan no con plazas llenas, sino con votos. Hasta tiempos recientes, las estructuras clientelares tuvieron capacidad de modificar tendencias y lograr triunfos mediante la movilización y el dinero. Para lo que viene, dentro de muy pocos días, hay que entender algo que está muy claro: nos encontramos en el amanecer de un nuevo modelo; en una transición inevitable.

Durante los días recientes, los distintos partidos se esmeran en llenar plazas y, por todos los medios posibles, llevarle al colectivo imágenes que sugieren que no pueden ser derrotados si cuentan con masas que les apoyan, aunque en las más de las veces se trata de autoengaño, en virtud de que en cada municipio, en cada región, en todas partes, es bien conocido que para dar esa apariencia se moviliza a los mismos simpatizantes de un lado a otro.

El tema incluso resulta ofensivo para los cientos de miles de jefes de familia que, en el agudo caso de Tabasco, enfrentan el acoso de acreedores y cada día sufren la angustia de conseguir dinero para llevar comida a sus hogares, así como para la compra de medicamentos que ningún sistema de salud da, al menos en cobertura completa y necesaria.

La cuestión es que esa gente ve cómo se derrocha muchísimo dinero en movilizaciones; ve la oferta de acudir a hacer bulto en un mitin de campaña, a cambio de una migaja, ofensiva pero que se recibe porque no queda de otra. Con todo ello, se exacerba la irritación social: el sentimiento de rechazo hacia quienes creen que compran porque todo lo pueden, sin percatarse de que solo se hunden más.

Todos esos candidatos que están atenidos al voto del hambre, deben saber que morirán engañados. Aquí, como en otras partes del país, a muchísimos votantes ya no les importa si su candidato tiene o no un oscuro pasado –como dice la guerra sucia en redes sociales y planfletos- sino la esperanza que surge de algo que puede llegar a concretarse o no, pero representa ruptura del estado de cosas.

El lunes de dentro de una semana, el despertar será amargo para muchos y de ilusión para otros. Desde luego, así como nadie tiene la verdad absoluta, en cada municipio y distrito electoral se revelarán singularidades. Es probable, incluso, que en esa gran batalla electoral que viene, haya estructuras clientelares que se impongan, ya sea porque el hambre es mucha o porque la ingenuidad pudo más.

Y nadie puede, nadie debiera, esperar milagros cuando lo que se ve venir es un estruendo como cuando se desgaja una montaña o el cielo parece caérsenos encima producto de una tromba.

Barbas a remojo, señores. Aquí nadie está manco ni tullido, diría un clásico. La hora de las definiciones llegó, tal como quedó de manifiesto el pasado fin de semana cuando el senador Humberto Mayans Canabal, en una decisión fría, bien calculada, mostró sus cartas.

En la mañana de este lunes harán los propios varios candidatos del Partido Verde. Por mientras, hay otros que solo simulan para quien debió haber tenido paciencia y reservarse para otro momento.

Y de uno u otro modo vienen tiempos más difíciles antes de que, en el mejor de los casos, comience a darse la recuperación económica que se refleja en el bolsillo de todos, así como en las finanzas públicas, independientemente de los milagros que los candidatos prometen.

Estamos, ciertamente, en la antesala de un cambio que será decidido mediante el voto mayoritario y del cual podremos congratularnos o lamentarnos más tarde. Lo expresamos no en razón de lo que en lo personal queremos que suceda, sino de lo que la prospectiva señala. Ojalá sea para bien.

 

Twitter: @JOchoaVidal

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