Valles de sombra de muertes

Foto: WordPress / Ilustración

Cuando se realizó el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en la Ciudad de México había un millón 491 mil 619 adultos mayores, de modo que no obstante los acostumbrados estirones a las estadísticas, en este mes de febrero bien podríamos hablar de millón y medio de compatriotas humanos (con más de 60 años de edad) distribuidos en las 16 alcaldías de nuestra capital.

Aunque la expectativa estaba creada, sorprendió que en 24 horas el gobierno de la capital del país anunciara el comienzo de la segunda fase del plan de vacunación contra el coronavirus, enfocada ahora en los adultos mayores. La primera etapa incluyó a la población de ese sector en las alcaldías Milpa Alta, Magdalena Contreras y Cuajimalpa.

La desorganización y el desorden no se hicieron esperar, aunque en las miradas de miles de ancianos con más de 80 achacosos años a cuestas, muchos de ellos en sillas de ruedas, se advertía el brillo de la esperanza, el miedo y la fe. Sin duda nutridos anhelos después de 10 meses de aislamiento en casa. En bancos y sillas de plástico llevados a rastras, o de pie, ateridos por las tres o cuatro horas de frío mañanero durante las que debieron esperar su turno en las aceras, en sanas distancias invisibles.

Cuando escribía estas líneas, lo digo con absoluto e invariable respeto a la libertad de creencia de cada lector, recordé unas líneas del Salmo 23, de David: “…Aunque ande en valles de sombra y de muerte, no temeré mal alguno porque Tú estarás conmigo”.

Debo decir que hace rato camino por esos linderos.

El punto es que, en nuestro país, cuatro de cada diez personas adultas (arriba del 40%), está en condiciones de pobreza. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). En total, casi el 35 por ciento vive en pobreza moderada y casi 37 por en pobreza extrema.

Hace apenas un año, en 2018, siete de cada diez personas de 65 años o más recibían ingresos por pensión por jubilación o por programas sociales. Pero de acuerdo con todos los datos de referencia, recibir esos apoyos no fue suficiente para erradicar la pobreza entre esta población, aunque significaron el principal ingreso de los mexicanos mayores de 65 años de edad o más.  

Si bien el sector de 65 años o más tiene menos carencias sociales que el resto de la población, la inequidad, esto es, la desigualdad del ingreso, causa que esta desigualdad (problema vigente y creciente hoy en México), tenga mayor incidencia de pobreza que en quienes no reciben ingreso por pensión o jubilación.

En 2019, se implementaron cambios al programa ahora denominado Programa de Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores, que en números equivale aproximadamente mil 250 pesos mensuales. Pero no incluye la participación comunitaria del programa y la protección social, así como el acceso a los servicios de salud.

De acuerdo con un estudio elaborado por Viridiana Ríos, analista política y doctora en gobierno por la Universidad de Harvard, para Oxfam México, los programas sociales se han utilizado como una forma “efectiva” para desviar recursos públicos. En consecuencia, la corrupción tiene efectos negativos en los grupos más vulnerables. La “paradoja”, visible para incómodos analistas, es que los malos manejos del presupuesto afectan la capacidad de redistribución del ingreso, porque se concentran en programas y partidas para reducir la desigualdad.

Otro trabajo de investigación realizado por expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México, publicado el año pasado, señala que la pandemia de COVID-19 llevó a la pobreza extrema a 16 millones de mexicanos. Un informe del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED), de la UNAM, señala que se debió a factores como la pérdida de empleos y de los consiguientes ingresos, debido a las medidas de distanciamiento social, medidas que detuvieron a la economía.

Según estos datos, y “considerando la peor situación, el volumen de pobres extremos por ingreso habría alcanzado en mayo de 2020 la cantidad de 38 millones de personas, esto es 16 millones más que en febrero del mismo año (22 millones)». Según estos datos, la crisis sanitaria en México dejaría el año pasado alrededor de 12.3 millones de personas en pobreza extrema.

En este triste escenario, abriéndonos paso en “el mejor aeropuerto del mundo”, la refinería de Dos Bocas o el tren Maya, es difícil aceptar que los llamados “programas sociales” de AMLO tengan un sub ejercicio de gasto que en conjunto suma ya más de 21 mil millones de pesos. Ese es el retraso registrado de Crédito Ganadero a la Palabra, Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida, el Programa de Mejoramiento Urbano (PMU) y el Programa de Microcréditos para el Bienestar. En conjunto, 21 mil 851 millones de pesos. Un caso concreto, en datos de la Secretaría de Hacienda: Jóvenes Construyendo el Futuro tuvo en 2019 un presupuesto de 40 mil millones de pesos. Al primer semestre debió haber gastado 15 mil 392 millones de pesos, pero sólo había asignado 4 mil 918.6. El subejercicio es de 10,474.3 mdp.

Y el déficit de vacunas persiste. Ya aparecerán. Con el ejercicio del año entrante, el gobierno federal distribuirá 303,982.9 millones de pesos a 11% de los programas estrella del presidente López Obrador, entre los que se encuentran la Pensión para Adultos Mayores, Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro. Es decir, en 2021 el gobierno de AMLO distribuirá 303 mil 982 mil 900 millones de pesos a 11% de sus programas estrella.

Compartir:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.