NUESTRA CORRUPCIÓN, A LA ONU

Foto: Ilustración

Es incuestionable que la corrupción ancestral que padecemos los mexicanos, es un enorme obstáculo para alcanzar los niveles de desarrollo con que sueñan millones de compatriotas.

Lo grave es que la corrupción se ha vuelto permeable. Su contaminación se ha filtrado en actividades públicas y privadas. Particularmente en las públicas, donde el poder suele lubricar bolsillos de todos los tamaños. Ha llegado a alturas insospechadas de mentiras, ambición, voracidad y cinismo. A tal grado que el uso impúdico de la palabra ya es un lugar común.

Como también es grave que la corrupción se propague cebada en la impunidad, cínica o encubierta desde las alturas del poder.

Un caso paradigmático, que la opinión pública ya califica como el mayor escándalo de corrupción en la historia de nuestro sistema político, es el de Emilio Lozoya Austin (ex director general de Pemex de diciembre de 2012 a febrero de 2016), cuyas delaciones han involucrado a políticos de postín, entre ellos tres ex presidentes de la república, beneficiados con sobornos de Odebrecht, la empresa constructora del Brasil.

¿Cómo se pagaron a Odebrecht los favores recibidos? Mediante contratos multimillonarios en dólares.

La denuncia de Lozoya Austin fue entregada al fiscal General de la República (FGR), a cargo del Dr. Alejandro Gertz Manero. Pero quien aprovechó cuanto foro público estuvo a su alcance para crear expectativas sobre las “revelaciones” que sin duda haría el ex director de Pemex, fue nada menos que el presidente de la república.

Según documentos dados a conocer por la prensa brasileña, Emilio Lozoya habría sido sobornado en total con 10 millones de dólares, que Odebrecht empezó a pagarle en marzo de 2012, cuando estaba en marcha la campaña electoral presidencial de Enrique Peña Nieto.

Esta noticia fue luego publicada sin réplica en medios mexicanos, como Aristegui Noticias y la revista Proceso.

En 2017 Carlos Fadigas, el exdirector de Braskem, empresa filial de Odebrecht, admitió que en 2012 transfirió sobornos al PRI a través de una empresa ligada a Emilio Lozoya Austin, que a la sazón era director de Vinculación Internacional del candidato Enrique Peña Nieto.

A mediados de febrero de 2017, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), reveló que aparte de sus negocios en otros 12 países latinoamericanos, Odebrecht obtuvo diversos contratos en México que le dejaron ganancias por mil 429 millones de pesos.

Para ello, dijo MCCI, “hubo corrupción a servidores públicos, adjudicaciones directas, pagos superiores a los precios de mercado e incluso plazos ampliados para favorecer a la compañía”.

Hace más de dos años, en julio de 2019, un juez ordenó la aprehensión de Emilio Lozoya Austin por recibir sobornos de Odebrecht, además de lavado indebido de recursos, enriquecimiento ilícito y asociación delictuosa. Fue detenido en Málaga, España, el 12 de febrero de 2020.

Trasladado a México donde, con la anuencia del presidente López Obrador y del fiscal Alejandro Gertz Manero, Lozoya se convirtió desde entonces en el delator más poderoso e importante para castigar los delitos de ex presidentes y numerosos funcionarios y ex funcionarios públicos, cuya presunción de culpabilidad ha sido reiterada desde el poder.

Por la lista de presuntos culpables han desfilado funcionarios de todos los niveles, con una notable ausencia de culpabilidades probadas.

¿Y los protagonistas?

Con inevitable escándalo, el 9 de octubre último afloró la presencia de Emilio Lozoya Austin, en compañía de amigas y amigos, en un elegante restaurante de Las Lomas de Chapultepec, de la ciudad de México. Sin restricciones. Con libertad. Sin vigilancias incómodas.

El caso es que llamó la atención el protagonista del mayor caso de corrupción en la historia de nuestro sistema político. Escándalo,por supuesto, que alentó con fruición nada menos que el presidente de la república: “las cosas que contaría el ex director de Pemex”.

Claro, hay otros casos notorios de corrupción, pero se lleva la palma el de Odebrecht, Pemex y Emilio Lozoya Austin.

Port cierto, el presidente de México tendrá un foro ad hoc, con reflectores, el próximo martes 9 de noviembre, al asumir en la sede de la ONU, en Nueva York, la presidencia (rotativa) del Consejo de Seguridad de ese organismo. A menos que lo olvide, como mucha otras cosas, López Obrador anticipó el tema de su discurso para tan solemne ocasión: La corrupción es un factor de desigualdad entre las naciones.

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