No se ve la luz al final del túnel

La Grilla en Tabasco.

El primero de julio de 2018, en Tabasco una abrumadora proporción de los votantes prefirió a Andrés López Obrador y sus candidatos a alcaldes, diputados y senadores, con la esperanza de que esta entidad federativa recuperara al menos el nivel de empleo, oportunidades de superación y perspectivas de desarrollo que se tuvo entre finales de los setentas y parte de los ochentas.

“Tendremos por primera vez un Presidente tabasqueño y nos va a ir muy bien”, se nos prometió.

Aquel cierre de sexenio fue terrible en muchos aspectos. Ya desde 2014 había iniciado el colapso de Petróleos Mexicanos y los indicadores económicos eran muy malos para nosotros. Desde finales de los noventas el crimen creció, la corrupción e ineptitud oficial eran imparables.

¡Ah! Pero… ¡en 2019 nos va a ir muy bien! Desde el 6 de enero se colocará la primera piedra de un ambicioso programa de vivienda.

Los policías, por ejemplo, ganarán si no el triple, el doble. Para el 15 de enero, borrón y cuenta nueva así como tarifas eléctricas justas. Presupuesto a chorros para que la administración estatal y la de los municipios reconstruyan centros de salud, carreteras, caminos vecinales, calles, redes de drenaje y agua potable, escuelas, etcétera.

Conforme avanzaron los meses del año pasado, el proyecto de la refinería de Dos Bocas inició en la etapa de preparación del terreno, al tiempo que se mencionaron fechas para comenzar también lo del Tren Maya, las cuencas lecheras, las escolleras y construcción de astilleros en Frontera… aunque en los otros rubros a aguantar.

El cierre de 2019 fue para casi todos nosotros tan difícil o igual de complicado que el anterior, con la diferencia de que los servidores públicos en activo y jubilados pudieron cobrar a tiempo su dinero.

A lo largo del año disminuyó el desabasto de medicamentos en el sector salud, hasta alcanzar una cobertura de 70 por ciento. ¿Vaso vacío o medio lleno? El desabasto se ubicó en 30 puntos porcentuales.

El gobierno estatal, según se conoció ya en 2020, para poder pagar y entregarles participaciones a ayuntamientos (lo necesario) contrató deuda por 2 mil 600 millones de pesos. Muchos nos preguntamos todavía qué pasó entonces con un monto similar en ahorros por la austeridad republicana de la que se nos habló reiteradamente.

Poco después, la precisión de que esa deuda extraordinaria quedaría cubierta en agosto próximo, aunque sería necesario contratar otra vez un empréstito para poder cerrar el presente año.

De antemano, en septiembre de 2019, la Secretaría de Hacienda informó que el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2020 contendría un fuerte ajuste al gasto público, en virtud de que ya para entonces las finanzas nacionales se encontraban en apuros; entre otras razones, por presiones externas, se argumentó. Y, bueno: el país cerró el año con cero crecimiento.

Al comenzar este año, los ayuntamientos -hace poco, públicamente se dolió de ello el presidente de Jalpa- supieron que tendrían que aguantar un severo recorte presupuestal, el cual tampoco es muy diferente al que en la práctica se aplicó en silencio en 2019.

Lo que siguió fue lo clásico: lo que en la jerga de la administración pública desde siempre se ha llamado periodo de secas. Es decir, unos cien días con partidas solo para lo esencial.

En ese contexto, nos cae encima la pandemia. Ya 2019 había sido un año perdido para Tabasco, de no ser por la mera expectativa de la refinería y del tren cuyos trabajos comenzaron en una primera fase apenas el mes pasado.

Lo que se tiene a continuación, es una debacle económica de alcance global, de la cual no puede escaparse México. Mucho menos Tabasco, que se estancó desde hace mucho en los peores lugares de desempleo, desaceleración económica, delincuencia, calidad educativa, consumo de drogas, desintegración familiar, infraestructura urbana y rural, etcétera.

Quiséramos ser optimistas. ¿Qué acaso no hay mal que dure cien años? En materia sanitaria, el Covid-19 nos encontró con un sistema de salud muy enfermo. De algún modo saldremos adelante. Tanto en lo que respecta a administración pública como en la economía familiar y personal. Pero el trance será muy doloroso. No se ve la luz al final del túnel.

Se observa a algunas autoridades esforzándose. A otros, desde antes la cabecita no les daba para gran cosa. También se ve a infinidad de individuos que aún no captan las implicaciones de la nueva realidad.

Twitter: @JOchoaVidal

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