No escuchan, no ven

Foto: Instituto Mediterráneo Sol

“Soy un hombre terco”, presume orgulloso el hombre que trae

sobre sus hombros el delicado compromiso de servir a todos

los mexicanos. A confesión de parte, relevo de pruebas.

Los persigue y los perseguirá siempre uno de sus peores defectos: la inconsistencia. Esa que actúa como eje inexorable de algunos seres humanos, a quienes la política tiene fatalmente uncidos al ejercicio del poder.

Los identifica un peligroso síndrome de ceguera y sordera. No escuchan. No ven. La pérdida de estos signos vitales los hace insensibles al sufrimiento ajeno y, en contrapartida, hipersensibles al dolor propio. Su estrecho mundo se reduce a un maniqueísmo incurable. A una callejuela sombría llena de acechanzas y peligros. De buenos y malos. Amigos o enemigos. Conmigo o contra mí.

Su escudo de armas es inexcusablemente contra la corrupción. Si bien con frecuencia caen en tentaciones egocéntricas: hágase la voluntad de Dios… pero en los bueyes de mi compadre.

¿Será este el caso de nuestro querido México? 

Desde las alturas del poder no se ve (o no se nota) el desempleo, trátese del desempleo crónico o el de cientos de miles que aportó la pandemia de coronavirus; ninguno de nuestros expertos en salud pública advirtió a tiempo el arribo de la segunda cresta de contagios, que saturó camas de hospital y respiradores; pero abundaron los elogios presidenciales en una “mañanera” para ese orgullo de la ingeniería internacional en que se está convirtiendo el aeropuerto de San Lucía; después de millonarios recortes presupuestales a la investigación científica y tecnológica (léase Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, léase Centro de Investigación y Docencia Económicas). Tampoco se ve la pobreza.

Todos (bueno, casi todos), nos enteramos de las recientes y desastrosas inundaciones en Tabasco y Chiapas (menos graves en Veracruz, pero las hubo). Lo que algunos olvidaron es que el Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc), creado en 1985 para la prevención y atención a la población en caso de desastres naturales, operó este año con el menor monto financiero en 15 años: 143 millones 943 mil 155 pesos, lo que significó una reducción de 28.1% en términos reales frente a 2019 y el monto más bajo desde 2005, cuando se le asignaron 133.5 millones.

Cabe resaltar además que desde 2019, cuando ya empezaba a funcionar la aspiradora del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, al presidente se le ocurrió que el Sinaproc saliera de la Secretaría de Gobernación y se subordinara a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Es decir, le encargaron esta importantísima área estratégica a Alfonso Durazo Montaño, hoy candidato a gobernar Sonora en nombre de Morena, después de dos años de “proteger” a más de 136 millones de mexicanos.

Según la dependencia que dirigía Alfonso Durazo, el Sinaproc tiene como misión “ofrecer prevención, auxilio y recuperación ante los desastres a toda la población, sus bienes y el entorno, a través de programas y acciones” en México, país considerado de los más vulnerables en cuanto a sismos, huracanes y otros fenómenos climáticos… como las inundaciones.

Ni qué decir del Fondo de Desastres Naturales (Fonden). En el Presupuesto de Egresos de la Federación 2020, vía Ramo 23, se le transfirieron recursos por tres mil 353 millones de pesos: una reducción de 11.2% frente a lo aprobado en 2019, y el monto más bajo desde 2010, cuando apenas le autorizaron 219 millones de pesos.

En este punto debemos recordar aquí una reseña del Banco Mundial (BM) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF). Fue en octubre de 2012 y sus 82 páginas estuvieron dedicadas al Fondo de Desastres Naturales de México. En resumen, el informe tuvo como objetivo compartir con otros gobiernos y actores internacionales, cito: “los importantes avances que México ha realizado en los últimos años en la gestión financiera del riesgo catastrófico”.

Pero llegaron la caudalosa lluvia invernal de 2020, la cuchilla palaciega, la enjundiosa actividad de la parentela y sus “aportaciones” y la austeridad para los bueyes de mi compadre y el gozo se fue al pozo.

Ayer dije que sí, hoy no me acuerdo; o peor: nunca afirmé tal o cual cosa. Inconsistencia es la inescrutable palabra.

Permítame el amable lector cerrar con unas líneas de esta joya que un ser querido puso en mis manos, el facsímil de un manuscrito anónimo fechado en 1864: Libro para el pueblo. Mil diez proverbios en verso, por un mexicano, cuya primera edición corrió por cuenta del Banco Mexicano Somex, con una presentación del político y diplomático Francisco Suárez Dávila.

Al transitar por el mundo

los que extravían el camino,

cuando conocen su error

acaso han perdido el tino.

Para evitar este mal

haga el hombre cuanto pueda,

que el que adelante no mira

seguro es que atrás se queda.

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