LA VERDAD POR DECRETO

Foto: La Bitácora de domingo.

Juzgar a la ligera, desde la altura de los tiempos, hechos

o actos producidos décadas, siglos o milenios atrás, debe

estar acompañado de una mirada crítica, aséptica y, por

encima de todo, cercana al momento del que se pretende

opinar: Juan Escario Gómez, historiador español.  

Luis Gutiérrez R.

Cualquier historiador e investigador profesional avezado, debe saber que una de las limitantes de la ciencia política y de sus practicantes es el conocimiento y, por ende, la información. El camino a la verdad no es el decreto. Hay que sustentarla.

Hace poco más de un año, el joven historiador español, Juan Escario Gómez, publicó un artículo en el que advierte que habitualmente, se cae en el error de juzgar la historia con la mirada y el pensamiento del siglo XXI, lo cual resulta absolutamente equivocado y sobre todo simplista, si bien lo anterior no significa que una persona no pueda hacer juicios de valor o etiquete hechos históricos con absoluta libertad. El punto importante, tratándose de sucesos que ocurrieron hace décadas, siglos o milenios incluso, es salir del siglo XXI y trasladarse a la época motivo del estudio o la investigación.

El tema viene a cuento por la reciente (y reiterada) irrupción del presidente de México en tres o cuatro asuntos vinculados a nuestra historia: la visita de su esposa Beatriz Gutiérrez Müller a Viena (Austria) para conseguir que el gobierno austriaco devuelva a México “el penacho del emperador Moctezuma”, actualmente en un museo vienés, “aunque se trata de una misión casi imposible” confesó en su cuenta de twitter el mandatario mexicano. Otra tarea en cargada a la esposa de López Obrador fue reiterarle al Papa Francisco que ofrezca una disculpa a México y a los pueblos indígenas de América, masacrados durante la Colonia española.

La misión se completará también si la señora Müller logra que algunos gobiernos europeos le devuelvan o presten a México códices, piezas arqueológicas y objetos históricos que el presidente en 2021, cuando su gobierno celebre sus 200 años como nación independiente.

Durante el periplo europeo de la señora Gutiérrez Müller, su esposo hizo otras declaraciones vinculantes, como la de solicitar al Papa que anule la excomunión con que la Iglesia Católica castigó la rebelión de Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos, ambos sacerdotes insurrectos, héroes de nuestra guerra de Independencia.

En su libro “El cura Hidalgo y sus amigos”, (Primera edición SEP/Ediciones B de México,2007), el actual director general del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II (Francisco Ignacio Taibo Mahojo), refiere que “la vida sexual de los padres de la patria, al menos del primer grupo de cuadros que iniciaron el proceso de la Independencia era, en el mejor de los casos, poco controlada”.

Es preciso señalar aquí que se trataba de insurgentes en armas, no de santos, Hidalgo tenía dos hijas, Josefa y Micaela, hijas de Josefa, y Agustina y Lino Mariano, hijos de Manuela Ramos Pichardo, de la que se separó cuando el confesor de su esposa la presionó porque “vivía en pecado”. La convenció de que entrara a un convento en tanto Hidalgo se iba a Colima.

José María Morelos tuvo tres hijos: Juan Nepomuceno Almonte Ramírez (partidario después del emperador Maximiliano), al que se sumaron por lo menos dos más: José y Guadalupe.

Un tercer sacerdote con hijos fue Mariano Matamoros: Apolonio y Benita. Varios historiadores aproximan un cálculo de alrededor de 700 sacerdotes católicos incorporados a la guerra de Independencia.

El antifaz de lo contemporáneo

El periodista y escritor español Arturo Pérez-Reverte sugiere, a manera de ejemplo, avanzar unos cuantos siglos hasta la Edad Media, hasta las Cruzadas.  Da lo mismo en quién pensemos, si en un caballero templario o un soldado musulmán; hay que tratar de introducirse en su pensamiento, en el contexto religioso y político que les rodeaba, en las guerras geopolíticas para poder entender su situación. Nos tenemos que empapar del mundo de esas personas, quitarnos el antifaz de la contemporaneidad y así podremos entender de una manera más profunda la cuestión.

Por desgracia, concluye, el análisis histórico está plagado de prejuicios, tanto negativos como positivos. Nuestra función como historiadores o aficionados a la historia es generar un pensamiento crítico sustentado y profusamente argumentado. Al no ser una ciencia exacta la Historia genera diferentes puntos de vista, todos perfectamente válidos cuando estén correctamente argumentados. Se debe tratar de abandonar las pasiones internas y los sentimientos más primarios.

¿Y los políticos?

En su ensayo “La Historia y la ley”, el politólogo e historiador francés René Rémond (1918-2007), hace una severa mención a la permanente intención de los dirigentes políticos de modificar la historia… para su beneficio:

“A menos que hayan investigado personalmente como cualquier historiador y que tengan una convicción basada en consideraciones históricas, su calidad de representantes de la Nación no los califica para decretar la verdad y resolver conflictos de interpretación…No es ocioso poner esto en claro: en el debate sobre las Leyes de la Memoria, los parlamentarios echaron mano de su investidura para argüir que como su mandato emanaba del pueblo soberano, ellos tenían facultades para establecer la verdad histórica. Confunden la legitimidad política.

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