Engaño y perversión

Foto: Twitter

Fue Andrés Manuel López Obrador quien alentó en 2020 la “consulta popular”, para hacerles, en 2021, una pregunta a 93 millones 597 mil 559 personas registradas en el padrón del Instituto Nacional Electoral. En el mandarriazo AMLO no se anduvo por las ramas: que el pueblo respondiera con un “sí” o un “no” si está de acuerdo en llevar a juicio a los exmandatarios Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Llovieron los cuestionamientos por la intención populista: ¿para qué tanto ruido si en la Constitución General de la República y en el Código Penal están las respuestas? Pero muchos no advirtieron que el anzuelo estaba también en un sustantivo atractivo para el presidente: el escarnio público.

Luego se le fueron aplicando paliativos al porrazo. Que por ley y para darle validez constitucional, la tal “consulta” requeriría un mínimo aprobatorio de 40 por ciento de votantes por el “sí” (es decir, 37 millones 439 mil 23 de mexicanas y mexicanos a favor). Pero entraron en escena otros “actores”, que así se les llamó en la tal “consulta”.

Porque ya no fue AMLO, sino otros actores los imputados en esta gesta histórica: acaso ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y/o consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE), entre ellos el mismísimo presidente del supremo juez comicial, el abogado Lorenzo Córdova Vianello, quien paso a pasito fue colocado perversamente en el paredón de los acusados si el plebiscito no resulta.

La cereza en el pastel de este portentoso disparate fue el galimatías que alguien (¿otra mano perversa?) escogió para la hoy celebérrima “consulta popular”, con una sola pregunta. Cito, con todo y democratísimo tuteo:

“¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes, con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”

Ni Salinas, ni Zedillo, ni Fox, ni Calderón, ni Peña Nieto ni qué ocho cuartos. Fueron (¡tengan para que aprendan!), las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos…

¿Cuáles fueron las decisiones políticas? ¿Cuáles fueron esos años pasados? ¿Quiénes fueron los actores políticos? Y aquí puede el amable lector echar al mismo costal no sólo ex presidentes, sino también gobernadores, alcaldes, senadores, diputados, caciques y líderes, actualizados hoy y durante décadas por la vasta y generosa cobija de la política.

Por eso la “consulta popular” me sonó a farsa, a pelota para engañabobos, como dicen los que saben de béisbol. O peor: a una vergonzosa extensión de las mentiras con que siguen alimentando, o frustrando, las esperanzas y los sueños de millones de muchachas y muchachos, de adultas y adultos, de ancianas y ancianos, de jóvenes, de gente que sigue creyendo en México. A menos que la justicia siga subiendo de precio… Y que de eso se trate.

De una juventud confiada porque desea creer y confiar, de jóvenes, adultos y ancianos que ayer fueron a votar. En domingo y con pandemia.

Facultativo Casero

Cualquier médico debidamente titulado, y más aún si se apoya en algo que no se vende en cualquier tendajón, la experiencia profesional, sonreiría escéptico y hasta burlón ante la audacia (¿la llamamos así?) de Andrés Manuel López Obrador, al exhibir, inclusive presumir su perniciosa ignorancia médica.

A fines de julio último, reveló en televisión, en cadena nacional, que su hijo menor, Jesús Ernesto, se contagió de COVID-19. Presumió además que ni él ni su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, se contagiaron porque ya fueron vacunados.

“Se contagió Jesús Ernesto hace poco y estuvimos conviviendo, porque no se sabía, porque a los adolescentes no les pega fuerte y yo ya estoy vacunado y no tuve problemas ni la mamá, y los dos nos vacunamos con AstraZeneca”, fue el comentario del presidente.

Ojalá en estos meses aciagos, millones de progenitores sin recursos, sin empleo, pero siempre preocupados por sus hijos, pudieran decir satisfechos y ufanos lo mismo que el presidente López Obrador. Que tienen para toda la familia la atención, los medicamentos y los cuidados necesarios.

La realidad, dura y amarga todos los días, todos los amaneceres y todos los anocheceres, es triste para millones de mexicanos. ¿Médico de cabecera? Ni soñarlo. ¿Medicamentos con cargo al erario? Ni pensarlo.

Está usted en otro México, presidente.

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