Al Poder por el Poder

En el Llano

Luis Gutiérrez R.

Conforme avanza el segundo semestre del año se vuelve más frecuente en actos públicos, mítines y aun en las conferencias matutinas del presidente de la república, lo que alguna vez apuntamos en este espacio: la afanosa y hasta patética búsqueda de culpables del pasado para explicar los fracasos o las ineptitudes del presente.

A la expresión del presidente López Obrador “yo tengo otros datos” (que se hizo viral en las redes sociales), usada para enfrentar las frecuentes contradicciones entre sus dichos y con sus propios colaboradores, y la machacona realidad que le imponen los hechos cotidianos, se incorporan reiteradamente los fantasmas del pasado.

Hasta las observaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) ya fueron puestas en el paredón: ahora (dice el presidente) el Fondo hace señalamientos, pero guardó silencio ante los abusos y los errores de pasadas administraciones.

Los medios de comunicación (casi todos excepto uno, por lo menos) fueron sentados también en el banquillo de los acusados: callaron y se convirtieron en cómplices de los gobiernos neoliberales, de los conservadores…, fue la excomunión presidencial.

También la Policía Federal: al protestar por violaciones a sus derechos humanos bloqueó calles y afectó a los ciudadanos, y fue acusada de ser manipulada por intereses ocultos. En el olvido quedaron la “ocupación pacífica” de pozos petroleros en Tabasco (1996); la marcha y ocupación posterior del Zócalo de la Ciudad de México; los bloqueos y las manifestaciones en el Paseo de la Reforma; el plantón frente al Palacio Nacional que aprobaron sus seguidores “a mano alzada” en 2006 y que duraría 48 días…

Pero la sorpresa mayor la expresó en un mitin el propio AMLO: “miren cómo nos dejaron al país”, si bien al principio de su mandato aseguró que recibía a México “en quiebra”, pero “¡con el poder en la mano!, lo que parece un sueño”.

Y uno no puede menos de preguntarse: ¿Pues qué no sabían AMLO y sus seguidores (algunos hoy conspicuos secretarios de estado) cómo estaba México cuando iniciaron la campaña presidencial para alcanzar el poder? ¿No sabían que había desempleo galopante, violencia y criminalidad inauditas, gobernadores pillos, corrupción e impunidad, problemas graves todos ellos ante los cuales se desgañitaba inútilmente la Auditoría Superior de la Federación (ASF), como el de Veracruz? ¿Dirigentes sindicales poderosos, hasta cobarde y precautoriamente instalados en el extranjero, semi prófugos, enriquecidos, ayer con las manos llenas de recursos públicos y hoy protegidos por el dedo presidencial? ¿Por qué

los candidatos, con AMLO a la cabeza, soltaron torrenciales qué sin explicar los cómo? ¿Porqué las dos caras del poder: una para auspiciar en Baja California la burla a los electores (con miras al 2024, sin duda), y otra nada menos que en el estado de Tabasco, con el apoyo de un presidente que de pronto se convirtió en diputado local para justificar y defender la Ley Garrote (¡hágame usted el refabrón cavor!) que criminaliza las protestas y las marchas de los tabasqueños ante los atropellos del poder? AMLO ya firmó que no buscará la reelección. Pero, ¿y si el pueblo a mano alzada se lo pide?

Se dedicaron a romper piñatas y a ver las pacientes filas de esperanzados mexicanos a la espera de dulces y cacahuates… en efectivo.

Analistas y comunicadores (¡uf!) serios, informados, responsables, han sido acusados sin recato: son resabios neoliberales, son los adversarios, quieren hacer fracasar la 4T (¡recontra uf!). El discurso de odio de Trump se empieza a quedar pequeño ante este bombardeo retórico contra la la libertad de expresión y de opinión, que de paso agrieta la unidad nacional.

La batalla electoral ¿fue solamente para alcanzar el poder por el poder, o para mejor poder?

La tardanza en la elaboración del estudio de impacto ambiental para el capricho aeroportuario de Santa Lucía. El necio empeño petrolero en tiempos de combate a la contaminación ambiental. El fondeo urgente (ya hay señales de jaqueca aguda) para las cuentas alegres de la refinería de Dos Bocas. El golpe contra el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (hasta ahora se dieron cuenta de que el director ganaba más que el presidente). El dolor de cabeza en que se convierte ya el Tren Maya. El corte del servicio de Internet a la UNAM. La felicitación a deportistas mexicanos triunfadores en el extranjero (caravana con sombrero ajeno) a quienes antes se les negó apoyo. Los recortes infames a estancias infantiles. Los recortes de personal en todo el sector público, silenciosos y letales, que han dejado sin trabajo a miles de mexicanos que nada tienen que ver con la corrupción, ni con los fifís o con los neoliberales del pasado. La falta de papel bond y de toallitas para las manos en los baños de Pemex… Y la demolición disimulada de las instituciones que estorben la concepción (¿?) de la llamada 4T. El auge avasallador de asesinatos, secuestros, extorsiones, asaltos impunes…

El poder es un instrumento. Sus consecuencias están estrictamente ligadas a las acciones de quienes lo ejercen, tanto para hacer el bien como para hacer el mal. En este caso, estaríamos ante un uso degenerado y desquiciante del poder. ¿Qué no se dan cuenta en el gabinete de lo que significa la palabra complicidad? Porque el banquillo de los acusados es ancho… muy ancho.

Te lo digo México, para que lo  entiendas Veracruz.

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